En 2013 el blog de Cifujazz publicaba esta foto:
La acompañaba con el siguiente comentario:
de todos me siento orgulloso.
En la noche del día de ayer, tres de sus hijos en el jazz quisieron rendir homenaje a Cifu en un acto de cariño y de música.
Este mes y medio sin Cifu ha ido cimentando las sospechas sobre las repercusiones de una pérdida tan compleja como la suya —aunque será éste un asunto sobre el que se escribirá más adelante en este blog—.
Sin embargo, es justo reconocer y sobre todo agradecer las celebraciones de la figura y la persona de Cifu. Posiblemente la más valiosa de todas hasta la fecha fue la jam session que su amigo Dick Angstadt ofreció en el club Bogui de Madrid al día siguiente de la pérdida de Cifu. Digo bien ofreció pues tal fue la naturaleza de aquella despedida en lo que a su concepción se refiere: el acto, de naturaleza privada, cedió un refugio para que esa "tribu incombustible" de Cifu pudiera despedirse en su hábitat natural. Fue especialmente valioso a los ojos de quien suscribe este blog la generosidad como pieza del engranaje del evento, al ser ésta una de las facetas más evidentes de un tal Juan Claudio Cifuentes de Benito. Esa generosidad terminó en todos los músicos que fueron uniéndose al evento pero empezó con la pureza de las motivaciones de los responsables de Bogui (sirva como banal ejemplo el hecho de que no se permitió abonar las consumiciones, que, dadas las circunstancias, puede el respetable imaginar que no fueron pocas).
Entre aquellos músicos se encontraba el baterista todoterreno Dani García, a su vez uno de los protagonistas del homenaje que se rendía anoche en el Café Berlín de Madrid. A los otros dos músicos que componían el trío de jazz podéis reconocerlos en la fotografía anterior: Ernesto Aurignac al saxo alto y Pablo Martín Caminero al contrabajo.
Es inevitable preguntarse cómo estos dos últimos músicos eligieron el programa del concierto o qué personal atmósfera reinó entre el trío en los ensayos.
Los pocos feligreses que nos reunimos en torno a la hoguera sí pudimos recoger ese calorcito y agradecer algo de luz en esta noche tan larga.
La bienvenida a casa llegó de la mano del Back Home Blues de Charlie Parker; tras él continuó el paseo de estándares con Alone Together, Blue Bossa o Stella By Starlight (para la cual se unió Antonio Lizana al saxo alto).
Sólo quienes estuvimos allí pudimos descubrir que un preludio no es únicamente aquello que antecede, sino que existe la posibilidad de trascender las concepciones: que lo que Ellington conseguía parando el tiempo con Prelude To A Kiss no tiene por qué componerse de una materia sensible diferente a la que creó Bach cuando compuso el preludio para la Suite para violonchelo en sol mayor.
En ese recogimiento que desea celebrar lo que nos antecedió y lo que de algún modo nos fue cedido, se nos mostró anoche la posibilidad de soñar con músicas y existencias queridas que perduran; con reuniones pequeñas pero con grandes corazones.
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